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Capítulo 41: El Plan De La Emperatriz Carmesí

  Cinco horas antes

  Cinco horas antes de que el rey recibiera la carta de declaración de guerra, en la Gran Ciudad de Marciler, en la vasta sala de operaciones estaba iluminada por candelabros dorados y lámparas de cristal que proyectaban sombras danzantes sobre los muros de piedra. La atmósfera era tensa, cargada de incertidumbre y expectación. En torno a la mesa de estrategia, se encontraban reunidos Los Novas, cada uno con expresiones que oscilaban entre la curiosidad y la impaciencia.

  Uno de los Novas Darian Vorthos, un hombre de porte imponente y cabello corto plateado, cruzó los brazos con una expresión de desconfianza. Sus ojos dorados brillaban con la intensidad de un depredador que analiza su entorno antes de atacar.

  —?Qué hacemos todos reunidos en este lugar? —preguntó, su voz grave rompiendo el silencio con la firmeza de una orden.

  —Y más importante aún —intervino otra figura Selene Draeven, una mujer de tez morena y mirada afilada—, ?Dónde se encuentra la emperatriz? Nunca antes nos ha convocado sin estar presente.

  El asistente de la emperatriz, un hombre de mediana edad con túnica ceremonial negra y dorada, mantuvo su postura serena a pesar de la presión creciente en la sala. Inclinó ligeramente la cabeza en se?al de respeto antes de responder.

  —Mi se?ora no tardará en llegar. Está cumpliendo un asunto de gran importancia que será tratado hoy en esta misma reunión.

  Algunos de los Novas intercambiaron miradas cargadas de duda. La emperatriz era una líder calculadora y meticulosa; si estaba retrasada, significaba que lo que estuviera atendiendo era de suma urgencia.

  —?Y cuál es ese asunto tan crucial para que hayamos sido convocados todos los Novas? —insistió Shalok Vendrax, un joven de cabellos oscuros y ojos de un verde penetrante, tamborileando los dedos sobre la mesa con impaciencia.

  El asistente mantuvo la compostura, aunque su mirada adquirió un matiz severo.

  —Les pido paciencia. Todos los detalles se darán a conocer en su debido momento.

  —Paciencia… —repitió la mujer de mirada afilada, su tono te?ido de escepticismo—. Si algo nos ha ense?ado nuestra posición es que el tiempo es un recurso invaluable. Si estamos aquí, significa que la situación es crítica. No somos soldados rasos para recibir órdenes a ciegas.

  El aire se volvió denso con la tensión que se acumulaba entre los presentes. Algunos asintieron en silencio, mientras que otros mantenían la mirada fija en el asistente, exigiendo respuestas con la sola fuerza de su presencia.

  El asistente dejó escapar un leve suspiro y, con un gesto medido, se acercó a la mesa, posando ambas manos sobre su superficie pulida.

  —Comprendo su inquietud, y les aseguro que cada uno de ustedes conocerá la verdad en cuanto la emperatriz esté aquí. Hasta entonces, les pido que confíen en su juicio, como siempre lo han hecho.

  El silencio se apoderó de la sala, solo interrumpido por el leve crujir de la madera bajo el peso de sus manos. La paciencia de Los Novas estaba siendo puesta a prueba, pero su lealtad a la emperatriz los mantenía en su lugar.

  La puerta principal se abrió con un sonido seco, y todos los presentes dirigieron su atención a la entrada. La figura de la emperatriz aún no se vislumbraba, pero el eco de sus pasos resonaba en el pasillo adyacente. La reunión estaba a punto de comenzar.

  En ese momento, la puerta de la sala se abrió con un eco solemne y la emperatriz Domia entró con la majestuosidad de una deidad entre mortales. Su túnica púrpura ondeaba tras ella, y su mirada fría y calculadora escaneó a cada uno de los presentes antes de tomar asiento en el trono situado al final de la gran mesa de estrategia.

  —Saludos, la gran élite de nobles conocidos como Los Novas —dijo con una voz firme y llena de autoridad—. Los he convocado a esta reunión porque tenemos un asunto que debemos atender.

  Los murmullos entre Los Novas se disiparon en un instante. Todos dirigieron su atención a la emperatriz, sabiendo que cualquier palabra suya podía cambiar el destino de muchos.

  Cliver Soldemour, un hombre de postura altiva y expresión inquisitiva, se inclinó levemente hacia adelante.

  —Mi se?ora, ?cuál es el asunto para el cual nos ha convocado a todos los miembros de Los Novas? —preguntó con voz firme.

  Domia esbozó una sonrisa helada antes de responder.

  —Tranquilos. El tema a tratar es la invasión al territorio del rey de la ciudad de aventureros Lunarys.

  Un susurro de sorpresa recorrió la sala. Iridelle Vauclair, una mujer de cabello plateado y ojos afilados como dagas, frunció el ce?o con incredulidad.

  —Mi se?ora, ?para qué invadiríamos una peque?a ciudad de aventureros? Allí solo hay plebeyos débiles que no representarían ninguna amenaza —dijo, con una mueca de desdén.

  Domia asintió con calma, sus dedos entrelazándose sobre la mesa.

  —Sí, lo sé. Por eso ese territorio pasará a ser nuestro. Y con ello, esos plebeyos serán convertidos en esclavos de Marciler.

  Los Novas intercambiaron miradas cómplices. Algunos sonrieron ante la perspectiva de una victoria segura. Sin embargo, una voz interrumpió su júbilo.

  Shalok Vendrax, quien mantenía el ce?o fruncido y los pu?os apretados sobre la mesa, habló con un tono cargado de tensión.

  —Mi se?ora, pero en ese lugar está el plebeyo que me derrotó... y es sumamente fuerte. No es un enemigo ordinario.

  La expresión de Domia se tornó severa y sus ojos brillaron con una chispa de impaciencia.

  —Es verdad que es fuerte —lo admito—. Yo misma comprobé su poder. Hace tiempo lo envié a las tierras oscuras con la intención de que muriera a manos de Lip. Sin embargo, ese incompetente pereció a manos de Acalia. Aunque, al menos, cumplió con la misión de asesinar a ese plebeyo.

  Una pausa se formó, mientras Domia apretaba los labios en una mezcla de fastidio y satisfacción.

  —Pero no pensé que reviviera… —continuó, su voz adoptando un matiz peligroso—. Aun así, eso no será un problema. Esta vez ustedes serán potenciados con mi poder. Ese plebeyo ya no representará una amenaza.

  Los Novas contuvieron el aliento por un instante, hasta que la emoción comenzó a encenderse en sus miradas. Un poder otorgado por la emperatriz misma era un honor indescriptible, una garantía de victoria absoluta.

  —Invadiremos esas tierras en quince días —anunció Domia con un tono inquebrantable.

  Selene Draeven, una mujer de silueta esbelta y ojos color ámbar, alzó una ceja con un destello de impaciencia.

  —Mi se?ora, ?por qué esperar tanto tiempo? Con su bendición, podríamos acabar con ellos ahora mismo —preguntó, con un destello de ambición en su mirada.

  Domia la observó con una mezcla de aprobación y diversión.

  —Fui benevolente —dijo, con un leve gesto de su mano—. Les permití que huyeran de ese territorio porque sé que solo se quedarán los más fuertes. Los superamos en poder y los someteremos como esclavos de Marciler.

  Su mirada se endureció mientras recorría a cada uno de Los Novas.

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  —Las personas débiles no me sirven de nada. Sé que en ese lugar aún existen algunos que son fuertes. Y esos serán nuestra verdadera presa.

  Los Novas asintieron, con sonrisas llenas de arrogancia y la certeza de que la victoria era inevitable. La conquista de Lunarys estaba sellada, y en quince días, la ciudad caería bajo su dominio sin piedad alguna.

  Domia recostó su espalda contra el trono, una sonrisa cruel pintándose en sus labios mientras sus ojos destellaban con un brillo de absoluta confianza. Con un tono calculador y lleno de satisfacción, continuó hablando con Los Novas.

  —Hace unos momentos envié una carta para el rey. Cuando la reciba, entrará en pánico —declaró, su voz impregnada de diversión maliciosa—. Además, no hay ningún otro reino que quiera cooperar con el suyo. Jajajaja.

  Una carcajada resonó en la sala, y los Novas compartieron miradas cómplices. Cliver Soldemour golpeó la mesa con el pu?o, su entusiasmo desbordante.

  —Entonces, someteremos a ese diminuto territorio sin oposición alguna —dijo con una mezcla de arrogancia y emoción.

  Iridelle Vauclair esbozó una sonrisa sarcástica mientras se cruzaba de brazos.

  —Ese rey patético no podrá hacer nada. Sus soldados son pocos y, sin aliados, caerán como hojas en el oto?o —murmuró con desprecio.

  Los Novas asintieron al unísono, su confianza en la victoria era absoluta. Shalok Vendrax, con los ojos brillantes por la emoción, se inclinó hacia adelante.

  —Muy pronto, el mundo entero será suyo, mi se?ora Domia —dijo con reverencia, su voz cargada de fervor.

  Domia entrecerró los ojos y alzó la barbilla con un aire de supremacía.

  —Es verdad. Todo será mío —afirmó con una seguridad demoledora.

  Su tono frío e implacable caló en cada uno de los presentes, infundiéndoles un sentimiento de poder inminente. Con un ademán de su mano, ordenó:

  —Reúnan a los nobles de las afueras de la muralla y díganles que se preparen para la invasión del territorio de Lunarys. Quiero que todo esté listo. En quince días, conquistaremos ese territorio y lo someteremos bajo mi dominio absoluto.

  Selene Draeven se inclinó en se?al de respeto, su expresión iluminada por una mezcla de lealtad y ambición.

  —Así será, mi se?ora. Los nobles estarán listos para marchar a su orden.

  El ambiente en la sala se volvió eléctrico con la inminente guerra. Los Novas se pusieron de pie, ansiosos por cumplir la voluntad de su emperatriz. Pronto, Lunarys sería reducido a cenizas y el mundo entero se postraría ante el poder de Domia.

  En la actualidad.

  Biel estaba por irse del gremio cuando la voz de Niccolò lo detuvo.

  —Espera, Biel. Antes de irte, tienes que registrar a estas dos se?oritas.

  Biel se giró y asintió, llevándose una mano a la cabeza con una sonrisa.

  —Es verdad, todavía no se han registrado en el gremio —dijo, mirando a Yumi y Aine, quienes se miraron entre sí con cierta expectativa.

  Niccolò sonrió con calma y sacudió la cabeza.

  —No te preocupes, ahora mismo lo resolveremos.

  Enseguida, la recepcionista entró a la sala con una esfera luminosa entre sus manos. Su expresión era profesional, pero en sus ojos se reflejaba una pizca de curiosidad. Se acercó a la mesa y colocó la esfera sobre un pedestal antes de entregar unas hojas a Yumi y Aine.

  —Deben completar sus datos en estos documentos —explicó con una voz tranquila—. La parte en blanco se llenará automáticamente cuando toquen la esfera.

  Yumi y Aine tomaron sus hojas y comenzaron a llenarlas con detenimiento. La pluma se deslizaba por el pergamino con un sonido suave, mientras ambas escribían sus nombres y demás datos requeridos.

  —Muy bien —dijo la recepcionista cuando terminaron—. Ahora, toquen la esfera para revelar su rango.

  Yumi fue la primera. Extendió la mano con confianza y apoyó sus dedos sobre la superficie cristalina. Un resplandor azul cubrió la sala por unos segundos antes de que en el aire apareciera el rango obtenido: A.

  Un murmullo de sorpresa recorrió el lugar. Niccolò arqueó una ceja, incrédulo.

  —Vaya, esto sí que es inesperado —dijo, frotándose la barbilla—. La esfera solo asigna rangos hasta B. Esto es realmente peculiar.

  Biel sonrió y se cruzó de brazos.

  —Tú sí que tienes una reacción tranquila para alguien que acaba de ver algo tan raro —comentó con tono burlón.

  Niccolò dejó escapar una leve risa.

  —Después de que tú resultaras ser rango Z, ya nada me sorprende.

  Biel rió con él, mientras Yumi sonreía con satisfacción. Luego llegó el turno de Aine. Ella respiró hondo y tocó la esfera con delicadeza.

  El efecto fue inmediato y catastrófico. La esfera brilló con una intensidad cegadora antes de agrietarse en múltiples direcciones. Un crujido seco resonó por toda la sala y, en cuestión de segundos, la esfera se hizo a?icos.

  La recepcionista retrocedió de inmediato, con una mezcla de sorpresa y horror en el rostro.

  —?Q-qué pasó? ?Por qué se rompió? —preguntó, mirando a Aine con los ojos muy abiertos.

  Biel suspiró y se llevó una mano a la nuca.

  —Es… complicado de explicar —dijo, rascándose la cabeza—, pero en pocas palabras, ella es un Fragmento de lo Infinito.

  Niccolò lo miró fijamente, como si estuviera procesando la información.

  —Ya veo... Así que ella es un Fragmento —murmuró, con un tono pensativo.

  Biel lo observó con atención antes de preguntar:

  —?Acaso sabes algo sobre los Fragmentos?

  Niccolò suspiró y negó con la cabeza.

  —La verdad, sé muy poco al respecto. Es un tema envuelto en misterio.

  Biel asintió lentamente.

  —Entiendo. Luego les explicaré todo a detalle.

  Niccolò volvió a su actitud relajada y dijo con determinación:

  —Está bien. Ahora, para evitar levantar sospechas, le asignaré el rango B.

  Aine miró a Biel con una leve sonrisa y asintió.

  —Está bien. Mi poder no se compara con el de ustedes, pero haré lo mejor que pueda.

  Biel colocó una mano en su hombro con una sonrisa de aliento.

  —No te subestimes. Lo importante es que estás con nosotros.

  Con el registro finalizado, Biel finalmente se retiró del gremio junto con Yumi, Aine y Ylfur. La tarde comenzaba a te?irse con los tonos cálidos del ocaso mientras el grupo se dirigía hacia la posada.

  Al llegar, se encontraron con el resto del equipo, que había llegado momentos antes. Biel observó a cada uno de ellos, sabiendo que el tiempo para planear su próximo movimiento había llegado.

  —Muy bien —dijo con determinación—. Es hora de idear un plan para lidiar con Domia.

  Los demás asintieron, preparándose mentalmente para lo que vendría. El destino de Lunarys pendía de un hilo, y la batalla que se avecinaba sería crucial.

  Biel se puso de pie en el centro de la habitación, su mirada recorrió a cada uno de los presentes. Su voz era firme, pero en su interior, la preocupación crecía.

  —Tenemos un problema enorme por delante —dijo con seriedad—. En quince días, este territorio entrará en guerra con Marciler.

  El silencio fue absoluto. Nadie esperaba que la situación llegara a este punto tan pronto. Acalia cruzó los brazos, su semblante reflejaba determinación, pero también una sombra de preocupación.

  —Mi poder es grande, pero aun así no será suficiente —admitió, apretando los pu?os.

  Raizel asintió con pesar.

  —Igualmente, nuestros poderes son demasiado bajos ahora... y eso quedó reflejado en la última batalla contra Shalok y Cliver.

  Xantle y Easton intercambiaron miradas nerviosas. Easton tragó saliva antes de hablar.

  —Si ustedes, que son los más fuertes, no pudieron hacerles frente, entonces nosotros... que somos más débiles, ?qué oportunidad tenemos en la batalla? —dijo con un tono de desesperanza.

  Ryder se pasó una mano por el cabello, suspirando con frustración.

  —Mi poder no será suficiente... No en el estado actual en el que estoy.

  Charlotte, quien había permanecido en silencio, miró sus propias manos y luego a los demás.

  —Bueno, yo todavía desconozco el alcance del poder que recibí del dios... así que no sé cuán útil seré en la batalla. Y con solo quince días, no creo que pueda aprender a dominarlo.

  Yumi se adelantó, su expresión más confiada que la de los demás.

  —Bueno, yo sí conozco un poco de mi poder gracias a la bendición que me otorgó el dios. Pero, aun así, necesito refinarlo si quiero marcar la diferencia en la batalla.

  El ambiente estaba cargado de preocupación, cada uno sumido en sus pensamientos hasta que Aine rompió el silencio con determinación en su voz.

  —Entonces yo los entrenaré a todos.

  Biel arqueó una ceja y se cruzó de brazos.

  —?Tú? ?Nos entrenarás en tan poco tiempo?

  Aine sonrió con confianza y asintió.

  —Sí. Y no se preocupen, el tiempo no será un problema —afirmó con seguridad—. Ustedes entrenarán seis meses en tan solo diez días.

  Todos quedaron atónitos, el asombro era evidente en sus rostros.

  —??Seis meses en diez días!? —exclamó Xantle con incredulidad.

  Biel la miró con asombro y empezó a comprender lo que Aine quería decir.

  —Espera... ?Acaso tú...? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y emoción en su voz.

  Aine sonrió con calma.

  —Así es. Usaré mi poder para transportarnos a una dimensión donde el tiempo transcurre de manera diferente. Dentro de ese espacio, el tiempo fluirá acorde a como yo lo dicte.

  Biel soltó una risa de incredulidad y emoción.

  —Eso es perfecto. En diez días reales, podremos entrenar durante seis meses completos —dijo con entusiasmo.

  Aine asintió.

  —Ahora tengo que preparar todo para que podamos acceder a esa dimensión —informó con determinación.

  Biel asintió con confianza.

  —Entonces encárgate de eso. Todos debemos fortalecernos para la guerra que se avecina.

  En ese momento, Ylfur se adelantó y se inclinó levemente.

  —Mi se?or, yo no entraré en la dimensión con ustedes —anunció.

  Biel frunció el ce?o, intrigado por la decisión de su compa?ero.

  —?Por qué no vendrás con nosotros? —preguntó con curiosidad.

  Ylfur mantuvo la mirada firme y habló con solemnidad.

  —Mi se?or, iré a entrenar al mundo demoníaco.

  Biel entrecerró los ojos y asimiló la información.

  —?El mundo demoníaco? —repitió, asegurándose de haber entendido bien.

  Ylfur asintió.

  —Así es. Como demonio, el mundo demoníaco es el lugar perfecto para fortalecerme. Allí puedo desarrollar mi máximo potencial y volver más fuerte para la batalla que se avecina.

  Biel guardó silencio por un momento antes de asentir con aprobación.

  —Comprendo. Tiene sentido. Puedes ir.

  Ylfur hizo una reverencia.

  —Gracias, mi se?or. Volveré en catorce días, un día antes de la batalla.

  Biel sonrió levemente.

  —De acuerdo. Confiamos en ti.

  Todos comenzaron a prepararse para el arduo entrenamiento que les esperaba. El destino de Lunarys estaba en juego, y cada uno de ellos debía alcanzar su máximo poder si querían tener una oportunidad contra Marciler.

  El tiempo estaba en su contra, pero ahora tenían un plan.

  El reloj de la guerra había comenzado su cuenta regresiva.

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